sábado, 15 de junio de 2013

La tragedia de las fuerzas aerotransportadas en el Día D

Antes del desembarco, una gran oleada de tropas aerotransportadas fue lanzada tras de las líneas enemigas con el fin de dar apoyo a las fuerzas de desembarco tomando puentes, cruces de carreteras o instalaciones del enemigo.

fuerzas aerotransportadas en el Día DLa operación estuvo formada por más de 1.200 aviones que transportaron tres divisiones. Algunas compañías tomaron tierra en frágiles planeadores Horsa de madera, remolcados por bombarderos Halifax. Los Horsa de madera contrachapada fueron llamados "hearses" (coche fúnebre).

El aterrizaje de estos frágiles aparatos, cargados con hombres, vehículos y pertrechos, fue trágico en muchas ocasiones debido principalmente a los obstáculos que crearon los alemanes en los puntos de posibles aterrizajes como inundar grandes extensiones de terreno o insertar estacas (conocidas como espárragos de Rommel) y en otros casos por el error en el calculo del peso que podían transportar. Otros se deslizaron hasta el punto correcto, como el equipo cuyo objetivo era el puente Pegaso, en el canal de Caen, que tomaron tras un breve combate.

fuerzas aerotransportadas en el Día D
Los aviones cargados de paracaidistas iban tan solo a 300 metros de altura, al alcance de las baterías antiaéreas. El zigzag de los aparatos para esquivar el fuego lanzaba a los hombres y los equipos de un lado a otro en el interior.

Los proyectiles que llegaban a golpear el fuselaje resonaban "como grandes piedras de granizo contra un tejado de hojalata". Un paracaidista que fue herido en las nalgas fue obligado a ponerse de pie para la cura, puesto que se ordenó que nadie quedase a bordo.

Todos iban a saltar, y la orden se cumplió. El problema es que los pilotos no redujeron la velocidad por miedo a parecer mejores blancos, así que, en el momento de saltar, los paracaidistas sufrieron un tirón mucho más fuerte de lo normal. Un paracaidista que consiguió aterrizar vio un avión a tan poca altura que no dio tiempo a que ninguno de los hombres que de él saltaron pudiera abrir el paracaídas.

Comparó el sonido sordo de los cuerpos al estrellarse "con el que hace una sandía cuando cae de un camión en marcha". A pesar de las circunstancias, las bajas fueron muy inferiores a los cálculos previos a la invasión.

Para saber más:
El Día D la batalla de Normadía, de Antony Beevor
ABC

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